No esperaba tal noticia, pero ciertamente no la rechazo. Un nutrido grupo de científicos coincide en que construir una infraestructura con energías limpias no solo es posible, sino que ahora hay caminos claros para hacerlo realidad.
Y además en poco tiempo. En solo 13 años, escribe el equipo en un estudio, podríamos tener un 90% de energía limpia.
¿Dónde está la trampa?
Dígame usted. De lo que infiero al echar un vistazo a este estudio presentado hace solo unos días en la revista científica Joule (lo enlazo aqui), todo parece estar bien. En papel.
Para ser quisquillosos, los investigadores no saben qué pescado tomar para obtener el 10 % restante, pero yo no diría nada.
También porque el estudio quiere sacudirse de inmediato la etiqueta de "libro de los sueños", e ilustra en detalle tanto los obstáculos a eliminar como las soluciones para lograr el objetivo.

Energía limpia, la mezcla adecuada
Aquí hemos llegado todos: alcanzar los objetivos en renovables requiere una "canasta" que no incluya un solo tipo de energía limpia, sino varias. Eólico e solar, para ser precisos, contribuirían del 60% al 80% del total, gracias a una capacidad de generación que se triplicará en 2035.
Sin embargo, para completar el cuadro, también necesitamos hidrógeno y (en cantidades "quirúrgicas") energía nuclear. "Un portafolio de recursos", para usar las palabras de trieu mai, investigador principal de energía del Laboratorio Nacional de Energía Renovable y autor principal del artículo.
El último paso
Como se mencionó, el alentador trabajo publicado en Joule nos ofrece buenas perspectivas para el futuro, pero se detiene a un paso de la meta final. Y lo hace, debo decir, muy honestamente.
"Se necesita humildad para aceptar que no sabemos... la combinación óptima para resolver el último 10%". ¿Las mayores dificultades? Los vinculados a la velocidad y crecimiento exponencial necesarios para escalar todas estas renovables, financiar la investigación y el desarrollo y adaptar toda nuestra lógica de producción, distribución y suministro energético.
En otras palabras, podemos tener toda la energía limpia que queramos, pero necesitamos cambiar nuestra piel por completo. Mai y sus colegas, sin embargo, lo consideran indispensable.
Por supuesto, hay dos grandes factores políticos y económicos que dificultan el juego. Costos (nuclear e geotérmica puede ser bastante caro, por ejemplo) y la rentabilidad a corto plazo (el uso dehidrógeno está lejos de estar listo para el mercado) puede hacernos perder más tiempo.
Un grado de incertidumbre que los investigadores saben transmitirme muy bien. Hasta el punto de que, en definitiva, todo mi optimismo del principio del artículo ya no lo tengo.