Además de las baterías, muchos autos eléctricos ahora usan supercondensadores para entregar energía rápidamente al acelerar. Una nueva investigación ha derivado un componente clave de tales dispositivos de las conchas de tamarindo.
Si bien no es particularmente común en lugares como América del Norte y Europa, la fruta de tamarindo se consume en grandes cantidades. Y en muchos lugares también. Tanto en Asia como en otras regiones. Y aunque las cáscaras de sus vainas son compostables, la mayoría de las veces simplemente terminan en un vertedero. Un desperdicio realmente enorme.
De nanohojas de carbono de tamarindo
Buscando un uso de alto valor para las conchas de tamarindo, un equipo internacional de científicos ha comenzado a utilizarlas como material de partida para nanoláminas de carbono, que almacenan carga eléctrica dentro de supercondensadores. Al frente del proyecto, el Universidad Tecnológica Nanyang de Singapur, que también involucró a investigadores de universidades indias y noruegas.
Los científicos comenzaron lavando cáscaras de tamarindo hechas con desechos de la industria alimentaria. Las conchas se secaron a una temperatura de 100 ºC (212 ºF) durante aproximadamente seis horas. Posteriormente, las conchas lavadas y secadas se molían y se reducían a polvo. Finalmente, el polvo se coció en un horno a 700-900 ºC (1.292 a 1.652 ºF) durante 150 minutos, en ausencia de oxígeno.

Excelente rendimiento
El equipo convirtió el polvo obtenido de las cáscaras de tamarindo en nanoláminas de carbono ultrafinas. Las cáscaras de tamarindo se adaptaron particularmente bien a la tarea, ya que son ricas en carbono y de estructura porosa: la porosidad aumenta la superficie de carbono en las nanohojas, lo que le permite almacenar más electricidad.
Además, las nanoláminas de carbón de tamarindo mostraron una buena conductividad eléctrica y estabilidad térmica. Aún así, el proceso de fabricación consume menos energía que el procedimiento requerido para hacer nanohojas con fibras de cáñamo de uso común. En ese caso, las fibras deben calentarse inicialmente a más de 180 ºC (356 ºF) durante 24 horas antes de hornearlas en un horno.
Ahora los investigadores están tratando de reducir las necesidades energéticas de su técnica y explorar otras formas de hacerla más ecológica.