No se crucifique por un día de gimnasia omitido o por un pecado de glotonería: el control de peso podría ser más un problema químico de lo que cree.
En un estudio publicado por el Journal of Clinical Investigation, los investigadores del Centro de Investigación del Hospital de la Universidad de Montreal (CRCHUM) muestran por primera vez en el mundo que Acyl-Coenxima A tiene una influencia directa sobre las neuronas que permiten que los roedores y los humanos mantengan el peso adecuado.
Hace ya cuatro años, el equipo, dirigido por el Dr. Thierry Alquier, había demostrado el papel activo de esta misma proteína al permitir que los astrocitos (las células que apoyan las funciones neuronales) comuniquen a las neuronas los cambios en la grasa en la sangre. Es gracias a esta información que el cerebro puede regular el gasto y las necesidades de energía, controlando efectivamente el peso.
Ahora sabemos que las neuronas responsables de las necesidades energéticas, conocidas como POMC, o proopiomelanocortinas, están en comunicación directa con los astrocitos que producen Acyl-Coenxima A en un área específica del cerebro: el núcleo arqueado del hipotálamo.
Thierry Alquier, profesor asociado en la Université de Montréal.
Esta área, esencial para el metabolismo, está poblada por dos grupos de neuronas que tienen funciones opuestas: una parte de ellas aumenta la necesidad, otra parte la reduce.
"Las mutaciones genéticas explican del 5 al 10% de los casos de obesidad", dice Alquier. Entre estos, un gran porcentaje está relacionado con un problema de acil-coenzima A: una deficiencia conduce a la obesidad, el principal factor de riesgo de diabetes, enfermedades cardiovasculares y algunos tipos de cáncer.
Los experimentos muestran que la administración de Acil-Coenzima A en ratones obesos conduce a una reducción de peso del 5% en cinco días: es como si un hombre de 80 kg perdiera 800 gramos por día.