El tamaño importa, incluso cuando se trata de aviones: cuanto más voluminoso es el avión, mejor vuela, con más estabilidad y eficiencia (piense en el reciente y enorme Airbus A380). Nada nos impide imaginar, por lo tanto, una línea de tiempo en la que apuntará a crear aviones cada vez más grandes, hasta el punto de lanzar aeropuertos voladores reales, capaces de albergar y aterrizar otros aviones sobre sí mismos.
Esta es la razón subyacente del concepto 'Airborne Metro': es, de hecho, un sistema similar al de un autobús. Podrías tomar un avión, aterrizar en un aeropuerto volador y partir hacia otro destino: un recorte limpio de las emisiones, un recorte limpio del ruido del aeropuerto, un recorte limpio del hacinamiento. 3000 pasajeros a la vez no es broma.
El problema obvio en la gestión de aeronaves similares sigue estando representado por lo impensable que cuesta hacerlas aterrizar o despegar: está claro que se necesitaría algo así como propulsión nuclear para permitirles volar sin detenerse, o casi. Flotas de aeropuertos gigantes podrían cubrir 'rutas' circulares precisas, África-América del Sur o Europa-América del Norte: la especulación, desarrollada por un grupo de expertos y técnicos en aviación, el ACARE (Consejo Asesor para la Investigación Aeronáutica en Europa) también es dos cuentas en los bolsillos de estos gigantes del cielo, imaginando ahorros de combustible para los portaaviones que deberían llegar de vez en cuando a los aeropuertos aéreos que oscilan entre el 40% y el 80% en el caso de los cruces oceánicos.
Ni que decir tiene que estamos a décadas de una tecnología capaz de desarrollar un escenario similar: quizás surjan otras más inteligentes y factibles, lo cierto es que si logramos gestionar una situación similar, la aviación civil como la conocemos estaría totalmente revolucionada.
Consejo Consultivo para la Investigación Aeronáutica en Europa (ACARE)